jueves, 17 de octubre de 2013

SOBRE LA DIRECCIÓN DE LAS INICIATIVAS NECESARIAS. Jesús Arroyo. Ética, Arquitectura y Sostenibilidad. Lorenzo Barno.

Arquitectura, sostenibilidad y ética.

Sobre la dirección de las iniciativas necesarias para el cambio. 

Arquitectura, sostenibilidad y ética es un trinomio que bien pudiéramos decir aglutina disciplinas, prácticas o quizá principios, sobre los que podríamos plantearnos recae la responsabilidad de velar, proteger e incluso luchar para afrontar tres conceptos básicos con cuya debida observación se garantiza el equilibrio necesario y por tanto la sostenibilidad de la presencia humana sobre el planeta y así, su propio futuro. Ecología- Economía-Equidad. 

Porque de eso se trata, del futuro de la simbiosis entre el planeta y la vida humana, una cuestión que no acepta y no aceptará ningún tipo de hipocresía por parte del ser humano al respecto, una cuestión que harta de aguardar la reflexión del hombre tras los últimos dos siglos de extenuante y frenético crecimiento industrial y tecnológico ha agotado su paciencia y ahora simplemente se muestra como lo que realmente es, una cuenta atrás, una última oportunidad ajena a modas y corrientes cargadas de buenas intenciones tan solo en su frívola, y delgada patina superficial. 

La cuestión no es ni sencilla ni fácil, esos tres principios a observar, Ecología-Economía-Equidad, pueden ser relativamente fáciles de aprender e incluso interiorizar en alguna medida por el individuo siempre sensible en su razonamiento sobre este tipo de cuestiones.

No obstante frente a las posibilidades de razonamiento, comprensión e interiorización del individuo, la cita “la masa es siempre intelectualmente inferior al individuo aislado”(1), nunca tuvo mas sentido que en este caso y en este momento, y es que el verdadero problema del ser humano a lo largo de la evolución siempre ha sido ése, la masa, o en definitiva las diferentes estructuras de su organización en todos los niveles y poderes que de ella se han derivado y que siempre y cada vez mas, debido a la complejización de crecimiento exponencial adquirido en el último siglo, se han convertido en esa criatura indómita a la que llamamos sistema, que termina por someter al propio individuo por encima, o quizá haya que decir siempre por detrás, de su tiempo infiltrándose en todas las capas de la existencia humana, sociedad, cultura, religión y la tan sobrevalorada economía de hoy. 

Los mecanismos de ese macrosistema que progresivamente se autoabastece de poder a través del control exhaustivo de todas esas capas en las que interviene, incluye por supuesto la colaboración pasiva de los individuos que son seleccionados a través de la naturaleza del propio sistema para gestionarlo, individuos seleccionados precisamente para optimizar el propio sistema en la misma dirección en la que se mueve abocándolo siempre hacia el extremo. Los Gestores son solo eso gestores designados para un “democrático” corto plazo. 

Pero la historia nos enseña que esa monstruosa máquina también ha sido desmontada permanentemente en cada etapa de la historia, cuando ésta ha llegado a la extenuación, cualquiera que fuese el motivo que se encontraba en la base del paradigma sobre el que se sustentaba el sistema en cuestión, por una masa que revelándose contra ese sistema lo hacía no organizada por el mismo como es obvio, sino como una suma de individuos movidos por nuevos intereses y conciencias, siendo este el punto que nos interesa. La suma de iniciativa individual unida y paralela a la radicalización del sistema vigente en cada momento, ha producido sucesivamente una creciente conciencia común que termina por impregnar a esas sucesivas capas integrantes del sistema llegando finalmente a los elementos activos que son decisivos para el cambio. 

Es decir, la toma de conciencia individual si persiste motivada a menudo por una necesidad (y en este caso la hay) adquiere valor, dimensión y capacidad al conseguir formar un cuerpo común como una gran adición de conciencias. Una cuestión diferente será la mesura e idoneidad de sus decisiones y acciones para cuya valoración entran en juego factores de subjetividad difícilmente ponderables.  

Para otra reflexión pues quedarían preguntas como ¿qué es lo suficiente? o ¿Dónde se encuentra el límite entre lo necesario y lo superfluo?. La cuestión la de la subjetividad es imprescindible de abordar en este necesario proceso que nos llevará ante las puertas de una nueva época para la humanidad y su relación simbiótica con el planeta, que habrá de ser marcada necesariamente por las consecuencias de las medidas que como individuos primero y como masa después, tomemos respecto a la cuestión que estamos abordando.  

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Bibliografía

(1)  Gustave Le Bon. Psicología de las Masas. Estudio sobre la psicología de las multitudes. Buenos Aires 2004

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