La Era del Ecocentrismo
Resulta esperanzador a la vez que
ilusionante descubrir palabras como Ecocentrismo (y sobre todo el concepto que
entraña) en encuentros como éste entre profesionales preocupados en particular
por la sostenibilidad y ecología así como también, de un modo mas general,
sobre el futuro de sus profesiones (convergentes siempre en los productos de
sus creaciones) y en definitiva preocupados también por la deriva social,
cultural, artística, y por tanto cuantos aspectos componen el presente y el
futuro del ser humano.
En un momento como el actual no solo
vivimos una crisis de recursos (y no me refiero a estos años derivados de una mirada
cortoplacista, sino en general al fatal desenlace futuro debido al agotamiento
de los recursos del planeta que ya podemos vislumbrar desde nuestra posición)
sino que incluso vivimos una crisis nihilista respecto a los principios o metas
que debieran empujarnos, motivarnos hacia la búsqueda de ese futuro, de tal
modo que cada vez mas a menudo la banalidad por no decir frivolidad en formas y/o
fondos es mas patente. Se diría que hayamos alcanzado alguna meta que ha
desprovisto al hombre de la ilusión del paso siguiente por la embriaguez de sus
propias capacidades.
Y es que cuando el centro de la
existencia del hombre era Dios, nada podía llegar a ser suficiente para
alcanzar la perfección que permitiese al hombre acercarse a través de la
arquitectura en este caso, al motivo de su existencia. Con el Teocentrismo, el
fruto consecuente era una permanente capacidad del hombre para superarse a sí
mismo en sus creaciones, cualquiera que fuese el ámbito de éstas, tendiendo a
ese límite que era Díos y su divinidad. No hará falta abundar en la dimensión
del concepto divino para entender el potente e ilimitado motor que suponía para
la creación del hombre.
El Humanismo del Renacimiento trae
consigo una mirada introspectiva del hombre, que se pregunta sobre sí mismo, conllevando
a lo largo de sucesivas épocas un sin fin de análisis, reflexiones y
respuestas. Es de este modo cuando el propio hombre se convierte en la medida
de todas las cosas, en el por qué y el para qué de todo, a lo largo de un
camino que recorre siglos hasta nuestros días, atravesando diferentes Etapas y “Edades”
generalmente asociadas a su desarrollo, como el Renacimiento y Barroco en la Edad
Moderna o las consecutivas Revoluciones Industriales que nos abocan al laberinto
tecnológico de hoy en su enésima versión, en la denominada (espero provisionalmente)
Edad Contemporánea.
No obstante podemos asegurar que desde
entonces, ninguna de estas “Edades” “Revoluciones” y en definitiva etapas
abandonan el Antropocentrismo que sitúa a un hombre que terminará por no ser
nuevo para sí mismo, en el centro de su propio universo. Ese nuevo motor
creativo empieza a mostrar signos de agotamiento. El ser humano cuando crea
para su propia gloria se tiene como límite a sí mismo llegando al presente
momento en que los propios avances se han desarrollado más rápido que el ser
humano cuya creación es pasto del nihilismo anteriormente citado.
Pero ahora, un nuevo periodo asoma ya
ante nosotros, uno nuevo que no queremos, ni podremos, rechazar. Un período en
el que haciendo virtud del problema se da una toma de conciencia respecto a la
necesidad de situar definitivamente al hombre en el medio del que dispone, el
planeta tierra, para desarrollarse de un modo sostenible, de un modo que no
produzca ese temido agotamiento. Esta nueva necesidad obligatoriamente está llamando
la atención del ser humano haca ese medio natural del que depende haciendo que
surja un nuevo interés por las reglas implícitas en él, y no se trata ya de
conocer las reglas de funcionamiento del medio sino de las reglas de la
relación del hombre con el propio medio que son las que harán posible su
relación sostenible.
Qué magnifico principio será éste para
una nueva Era en la que el objetivo será alcanzar el pleno equilibrio del
hombre con su medio natural y descubrir las reglas para la relación entre ambos
que éste entraña, qué gran motivo para la creación, qué gran límite al que
tender. Si el Antropocentrismo dio lugar a un desarrollo y riqueza en la
creación sin precedente, qué será de esta ya apasionante nueva Era en la que
descubrir y perseguir las reglas implícitas en el resto de existencias y
nuestra relación con ellas hasta alcanzar niveles de creación basados en esas
relaciones semejantes a los actuales que derivan únicamente del ser humano.
Así al situar el equilibrio medioambiental
en el centro de la creación del hombre, y sin que esto deba entenderse como el ecocentrismo
radical de Pentti Linkola(1) dispuesto a penalizar la existencia
humana, estamos ante la nueva Era del Ecocentrismo antropológico.
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Bibliografía
Pentti Linkola. Sueños
sobre un mundo mejor 1971), Introducción al pensamiento de los 90 (1989) y
Podría la vida ganar (2004), colecciones de escritos.
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