jueves, 12 de diciembre de 2013


LA CADUCIDAD EN LA ARQUITECTURA ( Jesús Ramos Santos)

            Frente al discurso lógico de mostrar las distintas ventanas que tienen que ver con la ecología, Andrès Perea nos muestra un discurso ilógico, un alegato a favor de la caducidad en la arquitectura, aseguraba que no había vuelta atrás y que “el paradigma positivista lógico ha quedado envuelto por el paradigma de la complejidad” la cual busca gestionar la fractalidad, es decir la capacidad de adaptación. Se transforma por tanto el pensamiento y pasa de ser lógico y lineal, a un pensamiento complejo, donde la caducidad de los materiales y la arquitectura pasan a ser material creativo para el proyecto. A partir de este pensamiento complejo se establece la pregunta de que si la arquitectura será desmontable y ligera, en la cual la suma de las partes sea más que el todo en sí, donde no haya lógica definida; pues en esta ápoca de crisis los medios de comunicación provocan a la arquitectura, no la destrozan, donde “la verdad es lo que circula” y que el futuro de la arquitectura será temporal y efímera está claro.

       Este nuevo enfoque da un paso más a la posibilidad real de una ciudad mutable de lugares imprevisibles, con una cultura local y con una corresponsablidad del arquitecto como ciudadano y como especialista a través de una arquitectura de tecnología soft, en una construcción con fecha de caducidad. El discurso de Andrés Perea es un alegato en contra de actuaciones en nuestra ciudad como la plaza de la Encarnación de Sevilla, la calificaba de hiperfuncional, torpe, espacio represivo, extravagancia formal…, el ser humano es imprevisible y en el siglo XXI debemos plantear espacios para desarrolar actividades que a priori no podemos idear. Por respetar los árboles existentes y acondicionarlos con macetas y farolas no se humaniza un lugar. En su proyecto para el concurso de esta plaza en 2004 proponía un plano inclinado que resolvía la relación del viario urbano con el nivel inferior del recinto, un jardín arqueológico acotado por pantallas de hormigón, que constituye un auténtico ”pórtico o atrio” de acceso al parque desde el entorno urbano. Defendía su actuación en Sevilla con una frase magistral: ”Amar las preexistencias sobre todas las cosas”, las preexistencias son fundamentales, sin ellas no hay sostenibilidad.

       Por tanto Andrés Perea nos propone nuevos ingredientes para la realidad actual, en la que más que nunca es necesario aplicar teorías de diversas disciplinas en un proyecto, perseverando en la búsqueda del ciudadano activo. Uno puede estar de acuerdo con él en que la arquitectura sea “la fiesta de la existencia en un escenario de enorme incertidumbre”, porque es cierto que todo trabajo bien hecho es una fiesta y más la profesión de arquitecto, pero todos tenemos bastante claro que la fiesta hace tiempo que se ha acabado y que se complica averiguar qué viene después. Por eso, en medio de tanto juicio cabal cuando se aboga por la temporalidad ineludible de la futura arquitectura uno se pregunta si no se estará confundiendo la vanguardia con la moda, sobre todo ahora que la primera parece sufrir de timidez a la hora de aflorar y la segunda, sin embargo, parece invadirlo todo con sus vertiginosos ciclos de producción.

       Andrés Perea plantea además que para idear arquitectura avanzada, él necesitaba diseñar en un estado de libertad total y que la causa-efecto ha desaparecido: “vivimos abocados a una arquitectura de tiempos breves”. La inexorable temporalidad de la arquitectura de la que nos hablaba en clase se realiza en su proyecto del Pabellón de Italia en el cual planteaba un gran pabellón como centro de investigación tecnológico pero no una tecnología dura o paleotécnica sino una tecnología blanda, por eso será necesaria una nueva revolución tecnológica y estética para poder hablar de la caducidad de la Arquitectura Moderna; pues un edificio Moderno se analiza desde su respuesta al programa (usuarios), ambiente, tecnologías aplicadas (construcción) y sentido de la forma. Cuando se pretende utilizar estos parámetros para revisar nuestra arquitectura pasada, no se contestan sino solamente con respuestas subjetivas y hasta afectivas. Este pensamiento lo desarrolla el catedrático Antonio Fernández Alba de que la arquitectura es más que nunca un problema de construcción del espacio y no un problema de representación del espacio, y desde este enfoque planteaba de que el estilismo está muerto y lo moral deja paso a la condición mágica del trabajo del arquitecto.

       La enajenada situación normativa actual que tortura el trabajo proyectual, y el cada vez más torpe corrimiento de las normativas hacia la cultura de las prescripciones; urbanísticas, constructivas, etc., y actualmente las medioambientales, gravita innecesariamente sobre los procesos de investigación aplicada que emergen de objetivos ecológicos. Por eso hay que construir un nuevo paradigma entre todos tanto en lo sociológico incrementando la accesibilidad perceptiva y participativa del ciudadano, como en lo ecológico profundizando en las prescripciones energéticas y medioambientales con la transversalidad disciplinar y política que ello conlleva, y finalmente en lo cultural porque la extensión del entorno desde lo natural y lo urbano al entorno NET supone construir nuevas culturas, nuevos lenguajes y códigos, y nuevas relaciones entre todos.

 

Bibliografía

(1)     Arqueologìa del futuro: arquitectura con fecha de caducidad desde 1968.
(2)     Conferencia de Andrés Perea por Paula Palacios.http://paupalamen5.wix.com
(3)     Artículo periodístico : Cuánto debe durar un edificio. Anatxu Zabalbeascoa| 27 de mayo de 2013

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